MOHINA
Parte I
Vive en Jujuy porque en su día, en un departamento en el barrio de Congreso donde vivía en CABA, quiso abrir la puerta de entrada de su casa y algo lo impidió. La llave y la cerradura funcionaban perfectamente y el pestillo cedió dócil como sucedía a diario, pero una resistencia desconocida y viva lo impedía. El desconcierto duró los instantes eternos que suelen tener los episodios epifánicos y fundantes. Miró hacia abajo y descubrió que la detención se producía debajo del canto inferior, en ese resquicio minúsculo que comparte el aire de afuera y de dentro, allí vio una pequeña esquina celeste azulado apenas asomando en un ruego. Toda la vida recordará aquel sobre gordo de ribetes celeste y blanco y estampillas azul grana junto a su nombre manuscrito que estallaba. Era una carta viva. Traía seis hojas manuscritas de un desconocido señor con el que había conversado lo que dura un Balut de San Salvador de Jujuy a Salta hacía menos de un mes cuando había descubierto como viajera esa provincia increíble y no podía de ninguna manera ese día sospechar que se trataba del posible padre de su hijo y luego su abandonador.
​Era el año 2002 y quería escaparse de la virtualidad. Por su trabajo estaba precoz y diariamente conectada a Interne, allí en sus albores, y ya había atravesado y padecido más de dos años sucumbiendo en muy pioneras y dudosas plataformas de encuentros virtuales.